Memorándum

Ha pasado ya un tiempo desde mi primer blog, en el que Pintaba Palabras y Dibujaba Sonidos. Gracias a él me arriesgué con la escritura y aprendí que mis relatos tenían cabida en este mundo. Lo viví como el primer amor: inocente y ansiosa, ávida de aprender, deseosa de complacer. Demasiado impaciente como para pensar antes de actuar. Algo avergonzada una vez expuestas partes de mí que a nadie había permitido ver. Se deshizo con la misma rapidez con la que nació, en la oscuridad de la noche. Aunque, al igual que el primer amor, será una experiencia que perdure siempre en mi memoria.

La Cara Oculta de la Luna fue algo así como una relación ilícita. Tras un breve coqueteo, abrí los labios para recibir un excitante beso húmedo. Fue tanto el placer que me causó el trasiego de gente, la fertilidad de mi pluma y la lluvia de regalos, que abandoné del todo el sentido común para dejarme llevar por el mar de frivolidades. Me emborraché de vanidad y cambié el buen hacer por el buen parecer. Como buen amante embustero, me regalaba los oídos y yo me hacía la sorda ante las claras señales de decadencia. Pasé de ser dueña a sierva, de poseer a ser poseída, de controlar a dejarme arrastrar por la espiral de irresistibles sensaciones de bienestar que no tardaron en convertirse en cenizas. Me metí tanto en el papel que acabé siendo una sombra más, escondida en el lado invisible de la luna, desechada por nuevas y excitantes aventuras.

La relación estaba abocada al fracaso, pero se fue alargando como si hubiera posibilidad de recuperar el amor perdido. Así como en el mal de amores, la tensión se volvió palpable y la frialdad congeló todos los intentos de redención. Lo dejé de la misma manera que se libera una adicción: con fuerte convicción y una gran sensación de pérdida. Todavía no hay cariño en el recuerdo, pero no le quito el mérito de todo momento complicado. Ha sido una época de gran aprendizaje, literario y personal.

Ahora, después de volverme una experta en practicar sexo inseguro con las palabras, busco la plenitud de hacer el amor con ellas.

Después de un tiempo de rehabilitación, regreso con más ganas y más cautela que nunca. Con nuevas metas. Con la calma que da la experiencia. Estreno una relación seria, duradera, de esas que con el tiempo te roban aún más el aliento. La inicio desde lo más profundo de mí misma que es mi nombre, nunca más escondida tras las máscaras del miedo. Me entrego desde lo más hondo de mi alma, pero me guardo las partes que son única y profundamente mías.

Esta vez me he buscado un buen compañero de camino, de esos que no te imponen su ritmo, sino que te esperan al final del día. De los que te invitan a contar confidencias, no te interrogan hasta que cedes, agotada. No pongo en él mis ilusiones, sino que le entrego mis ratos libres. No dejo en sus manos mi suerte, sino que en él compartiré mi dicha.

Siento que el círculo se ha cerrado y ahora se abre una espiral infinita. Intentaré recorrerla con la paciencia de la sabia, el cuidado de la madre, la pasión de la amante y la espontaneidad de la doncella. Quizá en la fusión de todas ellas acabe encontrando a la hechicera.

De lo que estoy segura es que en cada palabra estaré yo: Diana F. Rivera.

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